Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus
semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien
busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no
ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas;
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada
carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés
una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas,
edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o
Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué,
entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a
mí
Su puro delcísimo amor no está confinado
Por
credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda
la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no acceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Só una cosa importa ser
oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Só hay un camino que
conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amer.
--Max Heindel