SANTUÁRIO ROSACRUZ

Max Heindel

 

 REVELACIONES DE LOS ROSACRUCES

por Roberto Ruggiero Grimaldi

IV.

“Nadie  puede vivir solamente para sí mismo”

 

 

 

   Hay una expresión muy radical que afirma lo siguiente: “gastarse o herrumbrarse”. Como hemos estado juntos mucho tiempo, y hemos conversado con verdadero detenimiento sobre la verdad espiritual, debemos ir ahora directamente - en momentos en que estamos terminando el ciclo del año - a verdades tajantes, que nos sirvan para sentir la realidad.

            Podríamos expresar esta misma verdad de otra forma, para que sea mejor entendida: “ya nadie puede vivir solamente para sí mismo”. Esta es otra forma de la verdad, y todos los problemas planteados son causados por no entender esta verdad, que es preciso que la comprendamos, para salvar los obstáculos que están impidiendo la verdadera y completa realización humana.

            Vivimos llenos de vicisitudes; terminamos el día agotados, por haber dedicado nuestro tiempo a luchas muchas veces inútiles, estériles y agotadoras. Las preocupaciones del día fueron terminantes, y tanto, que nos llegan los recuerdos y pensamientos de los acontecimientos vividos, y parecería que la mente no nos obedece; los pensamientos nos resultan difíciles de manejar y con frecuencia, son nuestros peores enemigos. Tenemos que hacer verdaderos esfuerzos para corregir lo que no corregimos durante el día, por no haber vivido dentro de los métodos que nos evitarían todos éstos problemas.

            ¡La realidad es tan simple! Lo que no queremos para nosotros, no lo podemos querer para los demás. Pretendemos prolongar luchas estériles, por una pretendida supervivencia que no es tal; porque si cumplimos con nuestra parte de trabajo, Dios nos concederá  lo que nos corresponde, como consecuencia.

            Dirijamos nuestra vida con voluntad, esa herramienta que tenemos y que nos olvidamos que es el primer atributo de Dios.

            Dios es Creador, y crea por Voluntad. Apliquemos lo que tenemos a nuestra disposición y dirijámoslo con todo cuidado, para ir conquistando lo que nos pertenece. Trabajemos decididamente en el verdadero sentido y busquemos el ideal. ¡Construyamos el ideal!.

            Quien está en el sendero espiritual sabe de la existencia de auxiliares invisibles. Entonces, muchas veces, la aspiración, el ideal, es lograr ser auxiliar invisible. ¿No será que estamos levantando un ídolo? ¿ No el ideal de servir, sino el ídolo de ser ? Si es así, jamás será alcanzado.

            Podemos transformarnos y alcanzar lo que debemos, solamente por lo métodos que verdaderamente corresponden. Pero tenemos que hacer un esfuerzo. El propio San Pablo, que sabía lo que quería, y sabía cómo hacerlo, se quejaba: “Por el bien que quisiera hacer y no hago. Por el mal que no quisiera hacer y eso hago”. Es la expresión amiga de alguien que aprendió a amar a la humanidad y quiere solidarizarse con ella y que plantea el problema en forma amiga, expresando que también él tuvo dificultad. Busquemos entonces la forma de encaminarnos como corresponde.

            Las verdades son antiguas. El Eclasiastés expresa: “Tiempo para nacer, tiempo para morir; tiempo para sembrar, tiempo para cosechar lo sembrado”. Sabemos que si nacemos, algún día tendremos que partir. Ya que debemos plantar para algún día recibir una cosecha, hagámoslo bien, ya que no hay duda de que recibiremos esa cosecha. Pero debemos recordar, y aquí está la enseñanza reservada para la oportunidad, que “dentro de nosotros se debe construir una hermosa rosa” que, como las exteriores, llegue a abrir y a perfumar. Es hermoso que otros reinos consigan hacer lo que a nosotros aún nos cuesta, a pesar de ser el nuestro el reino privilegiado. Tenemos que alcanzar ciertas conquistas aún, y reinos más jóvenes nos están sirviendo de ejemplo.

            Es una enseñanza de gran valor, pero debemos ejercitarnos para que nuestra vida pueda desarrollarse de esa manera. Sembremos, pero sembremos el ideal por el ideal mismo; que no estén escondidos detrás los ancestrales sentimientos de egoísmo, vanidad y orgullo, que detienen a la familia humana. Nos detienen a todos.

            ¡Todavía no somos capaces de vivir en Dios!

            No siempre estamos alerta con nosotros mismos; no siempre meditamos lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos, que puede construir o puede destruir a los demás. Por medio de cada pensamiento, palabra y acción, acrecentamos u obstaculizamos el bien de los demás.

            A veces, a pesar de nuestra serenidad, no nos sentimos bien dispuestos. No por ello debemos creer que estamos enfermos. Estamos en un medio en que corrientes de pensamiento se cruzan y llegan a nosotros. No sabemos todavía cómo evitarlo. Para evitar que las influencias del medio nos llegues, pongámonos en una actitud constructiva. Seremos así una emisora de bien y armonía, de comprensión y afecto hacia los demás. Lleguemos así, a todos, que, esto es lo que no se ha entendido; es la única barrera que aún tenemos por delante.

            Para que nuestros triunfos sean reales, debemos trabajar sólo de una manera: con sabiduría y nobleza. Cuando Cristo estuvo en la Tierra, aparentemente fue derrotado. Tal fue la creencia. Sin embargo, Él a los tres días se presentó a los discípulos lleno de Luz, Vida y de Poder. Detrás de la aparente derrota había una inmensa victoria: Él estaba actuando entero, nada le había llegado ni tan siquiera ofendido; nada lo había disminuido, porque tenía un Ideal y, liberándose de la cruz comenzaba a cumplirlo.

            A nosotros puede pasarnos lo contrario. Recorrer aparentemente victoriosos el camino de la Tierra; haber alcanzado lo que nos propusimos materialmente, pero al retornar a los mundos invisibles, encontrar que nada verdadero y superior cultivamos. Esto es lo que pretendemos evitar. No queremos que sean derrotados; queremos que, aunque ahora luchen, mañana se levanten como el Cristo, llenos de luz y seguridad, porque transitaron por la Tierra y supieron vencer. Hay en esto una aspiración a que tienen derecho. Pero así como la sangre necesita oxigenarse y nutrirse, así tenemos que nutrir y alimentar nuestros cuerpos invisibles, de los cuales dependemos.

            Vamos a presentar un ejemplo: si nosotros llegamos a contar con un bien ayudante y útil, que se comporta correctamente; pero si de nuestra parte comenzamos dándole mal ejemplo, lo influimos y dirigimos mal y no le pagamos el sueldo que le corresponde, terminará siendo indisciplinado, inútil e inconveniente. La culpa es enteramente nuestra. ¿Qué estamos haciendo con los vehículos invisibles que tenemos a nuestro servicio, indispensables para nosotros, si somos negligentes, si los estamos empleando y dirigiendo mal, si mal los alimentamos?

            El cuerpo de deseos  cambia constantemente de constitución, de acuerdo a como estamos sintiendo y procediendo. Tal es la condición del cuerpo de deseos, que todavía responde estrictamente a nuestros sentimientos. Pero debemos alimentarlos como corresponde, porque si somos negligentes y vamos atrayendo sentimientos que no son los que corresponden, estamos atrayendo sustancia que es impulsora y que después va a ser indomable para nosotros. ¿Cómo nos apenará el fracaso si fuimos nosotros el motivo? ¿Cómo vamos, así, a preocuparnos, al final del día, cuando, al realizar el ejercicio retrospectivo, el pensamiento se nos va en forma desordenada y se dirige hacia todas las inquietudes que hemos vivido? La mente no se usó como correspondía, entonces, no nos está respondiendo.

            ¿Qué estamos haciendo con nuestros vehículos invisibles, tan indispensables? Al mal usarlos, los estamos herrumbrando. Esta fue la expresión inicial, que es, reconocemos, drástica. Pero es natural consecuencia de no desenvolvernos decididamente como corresponde. No hemos empleado bien nuestro tiempo.

            Pero, dentro de la inmensa misericordia de Dios, hay la posibilidad de renovarnos todos los días. Lo que hoy no pudimos, mañana es posible. El nuevo día es una nueva oportunidad. Llenémoslo como queremos, cumpliendo, por cierto, con nuestros deberes, pero que interiormente seamos el ser completo que hemos querido ser, aunque cueste. Recordemos que la voluntad todo lo consigue. Entonces, oportunidades mayores se nos ofrecerán. Los discípulos que acompañaban al Cristo y que intentaron ser Como Él enseñaba, recibieron el siguiente presente: “En la casa de mi Padre hay muchas mansiones ... Voy a preparar un lugar para Vds.”

            Amigos, todos somos seguidores de Cristo y Él, en el mundo de Dios, está reservando lugares para todos sin excepción. El en su grandeza no hace distinciones. Está seguro de que todo el género humano llegará a responder. Decimos a veces que Él en su inmensa bondad no nos ve como ahora somos, sino como  seremos. Y esto, lo que tenemos que llegar a ser, es lo que estamos persiguiendo. Cristo aseguró: “Las obras que yo hago también Vds. harán, y aún mayores obras harán “- Es una promesa concreta y terminante. Él está seguro de que todos llegaremos a hacer las obras que Él hacía, y mayores aún, porque sabe que contamos con el tiempo ilimitado, infinito, para ir progresando, adelantando, u aprendiendo las lecciones que Él dejó. Procuraremos, entonces, seguir sus pasos y llegar a ser verdaderos cristianos.

            Los hechos más insólitos pasan y ayudan a la familia humana a tener otra noción de la realidad. Hemos tenido la oportunidad de tomar conocimiento, por una nota periodística, del siguiente hecho: un ser desesperado, sexo femenino, desde el piso de un edificio neoyorquino, el Empire State, se lanzó al vacío. Hay situaciones humanas de desesperanza, de tristeza, de decepción, que pueden llevar a este error, tremendo error. Pero, no juzguemos. Deseemos que la humanidad se ponga por encima de esa debilidad, pero respetemos los dolores humanos. Los fuertes vientos que soplaban a esa altura, la rechazan y la depositan en el piso inmediato inferior, y una persona que estaba observando, la rescató. Esto va en contra de toda la lógica, pero está muy de acuerdo con todo lo que los mundos celestes pueden hacer, dentro y fuera de las leyes conocidas. Este ser, vencido por quien sabe qué dolor, encontró como única salida el eliminarse, y los cielos le dicen que tiene que seguir viviendo; aún tiene que completar su existencia, para su bien. Ante casos tan concretos como éste, no podemos dejarnos vencer por la desesperanza. Sigamos adelante, y nada nos será negado, porque lo que quieren los cielos es, precisamente, rescatarnos. Por ahora somos peregrinos, pero quieren rescatarnos para labores mayores. Mientras tanto, que no se nos escapa la realidad, de lo que debemos hacer ahora. Ya hay en nosotros un principio creador y tenemos que desenvolverlo de forma cierta.

            En estos momentos, en muchas partes se sienten movimientos sísmicos, hay inundaciones, problemas severos de clima, cambios que debemos aprender que son provocados por el propio comportamiento humano. Esto es lo que no se quiere admitir. Pero el ser humano está desenvolviendo un principio creador, para el bien, o erróneamente, creando su propio mal. No tenemos que aceptar una situación de catástrofe, de desgracia, porque ya nuestra mente  creció: enviamos navíos espaciales porque tenemos capacidad para ello. Esa capacidad inteligente, tenemos que emplearla en la dirección que corresponde, en una dirección que aproxime, que acerque, que nivele, que evite los enormes desajustes que aún hoy se producen. Si no comprendemos que a este nivel de la evolución ya nadie puede vivir para sí; si no entendemos, las causas van a seguir operando y van a producir efectos que no queremos recibir. Pero son inevitables, como consecuencia de desaciertos humanos.

            Que se grabe, pues en nosotros, la expresión del principio. O nos gastamos o nos herrumbramos. O usamos bien los poderes de que disponemos, o irán herrumbrándose nuestras virtudes, nuestros valores, nuestros alcances. Iremos cercenándonos en nuestras posibilidades. No lo hagamos, pues. Hemos aprendido lo suficiente como para saber que todo está dependiendo de nosotros mismos, y como quiera que se presenten las circunstancias, sabemos que somos capaces de corregirlas, modificarlas y llevarlas al ideal superior que queremos, sentimos y aspiramos. Depende exclusivamente de nosotros. Y  esas mansiones que el Cristo dice que hay en el reino del Padre, nos esperarán. Entendamos definitivamente: la Tierra no es el lugar del paseo: es el lugar del trabajo. Trabajemos y merezcamos alcanzar todo lo que aún nos falte, por haber aprendido a trabajar en el verdadero sentido, olvidándonos por fin de nosotros mismos, para pensar en los demás.

            Recuérdese siempre la leyenda del monje limosnero que oía la campana que lo llamaba a cumplir con su deber, pero él no quería separarse a la imagen de un Cristo iluminado que se le había presentado. Pero como la campana sonaba, fue a cumplir su deber.

            Cuando volvió, el Cristo seguía esperándolo ... Si se hubiera quedado, Él se habría ido. Esa es la condición de trabajo: es una invitación para hacer; es una invitación para olvidarnos de nosotros mismos. No importa si las tareas nos llegan en algún momento a abrumar, si llega al final del día y no podemos hacer la retrospección, porque agotamos nuestras fuerzas en un deber cumplido. Este caso es la excepción de la regla: Dios nos compensará aunque no hagamos el ejercicio, porque todo nuestro día fue empleado en un ejercitamiento del bien que compensa largamente que a la noche no hayamos podido hacerlo. La noche será para el descanso de nuestro cuerpo, y al día siguiente, naturalmente descansados, podremos hacer el ejercicio de la concentración, que compense la falta interior. Está todo a nuestra disposición. Sólo tenemos que seguir adelante con virilidad, con decisión, y sobre todo, aplicando las reglas espirituales, de las que a veces nos olvidamos. Estas son  las que hemos procurado expresar, con palabras sencillas y amigas, que a veces nos hacen sufrir a nosotros mismos, porque las dirigimos intencionalmente, pero no con el propósito de hacer mal, sino con el de imprimir ideas que puedan ser útiles y que, en el fin, ayuden a alcanzar el justo triunfo que todos merecen.

            Hemos dicho algunas palabras sobre la necesidad de que vivamos decididamente bajo el principio que debe seguirse: pensar en los demás, que Dios pensará en cada uno de nosotros. Con esta regla estamos dando el método para triunfar definitivamente.

            La Filosofía Rosacruz quiere construir una nueva modalidad con la finalidad virtuosa - podríamos decir - de construir en cada uno un ser más completo, más feliz, más acertado, que triunfe sobre todos los espejismos que desgraciadamente el mundo material a veces presenta.

 

 

 

 

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